Cómo hablar en público y salir satisfecho del trance

Si has aterrizado en este post es porque te encuentras, como me encontraba yo la semana pasada (o hace más tiempo según leas este mensaje), en la inquietante situación de tener que hablar ante una audiencia hambrienta de tu sangre. Concretamente, de la que se encuentra en tu garganta que es de donde debería salir esa vocecilla que temes que enmudezca.

Tú tranquilo, que todo tiene solución. Si yo he podido hablarle a más de 2.000 personas como si tal cosa tú también podrás, créeme.

Yo soy como tú

Verás, no soy ningún psicólogo profesional experto en ingeniería emocional, tampoco un alto ejecutivo forjado en mil y una batallas y congresos ni, por supuesto, uno de esos cómicos que se suben al escenario y sueltan sus monólogos como si estuvieran en el salón de su casa. Soy una persona normal, como tantos otros, que también se inquieta ante lo desconocido. Vamos, lo que le pasa a todo el mundo. Entonces, ¿cómo se hace para superar el miedo y salir indemne?

Antecedentes

El día 23 de septiembre de 2016 el Ayuntamiento donde vivo, Moralzarzal, me propuso dar el pregón inaugural de las fiestas del pueblo. Os podéis hacer una idea de lo inmensamente sorprendido que me quedé. Dar el pregón de las fiestas de mi pueblo es un tremendo orgullo. Un tren al que hay que subirse sí o sí, sin pensarlo. Aunque, claro, una vez arriba es cuando te das cuenta de la enorme responsabilidad que ha recaído sobre tus hombros.

Hasta ese momento yo había hablado en público únicamente en dos ocasiones (sin contar con las reuniones de trabajo). La primera vez recuerdo que fue un completo desastre, la segunda… ya fue mejor.

El desastre

Aquella primera vez ocurrió en la Universidad. Tenía que exponer un proyecto delante de todos los compañeros de clase y, claro, desprovisto de toda referencia en la materia que nos ocupa, no se me ocurrió otra cosa que medio improvisar. El proyecto lo conocía (no lo haía copiado mal pensados), pero no así la exposición ante mi público. Había realizado una pequeña presentación en Powerpoint con los puntos más importantes y creía que con eso sería suficiente. Que las palabras volarían solas y que no tenía por qué hilar un discurso. Craso error. Ahí está la clave de todo.

Sin un discurso perfectamente armado, las caras de mis compañeros fueron minándome la moral. No me considero una persona especialmente tímida, todo al contrario, pero enfrentarse a esos ojos acusadores, «acojona» y, en cuanto perdí la confianza en mí mismo, se acabó todo. No recuerdo muy bien cómo salí de allí, pero no muy bien. No hubo manera de hacer prosperar el discurso porque el Powerpoint que me servía de sustento se volvió una hoja negra (en mi mente) en la que ya no había manera de ver nada.

No hagáis eso. Salvo que seáis unos expertos en locuacidad, y aún así tampoco, llevad las cosas perfectamente preparadas. No improviséis. Esa es la clave.

La clave

Repetición. Llevad las cosas perfectamente preparadas. Repetición. Llevad las cosas perfectamente preparadas. Esa es la clave.

De hecho, es la única clave importante. Todas las demás: llevar una botella de agua para beber justo antes, imaginarse a la gente en ropa interior, etc, son una nimiedad comparada con esa.

La segunda ocasión que tuve que hablar en público fue en un congreso del trabajo en el que, afortunadamente, no había mucha gente en la sala. Aquella vez, escaldado de mi primera experiencia, me preparé el discurso a conciencia. Desde el buenos días hasta el gracias por escucharme. Todo. Me repetí el discurso una y mil veces y aquello funcionó. Bien es cierto que la audiencia era escasa y eso ayudó a mantener alta mi moral. Pero aún así me apunté mentalmente la clave. Repetición.

El pregón

Pregón Fiestas Moralzarzal 2016

El 29 de septiembre de 2016, yo, Alejandro Plaza, subí al escenario que habían montado en la Plaza de la Constitución de Moralzarzal y, ante no menos de 2.000 personas (o al menos muchas, muchas de ellas), di mi pregón con voz pausada, calmada y vibrante por la emoción. Después, sin que me temblaran las canillas, bajé despacio del atril y disfruté como uno más de las fiestas.

El secreto

Ya os lo he contado. La repetición. Si para el paupérrimo congreso de aquella segunda ocasión en público me repetí el discurso cien veces, no os podéis hacer a la idea de las veces que me lo he repetido para el pregón de las fiestas. Como en aquella ocasión, me hice un guión con todo. Desde el buenos días hasta el felices fiestas. Con una hoja con letra bastante grande, primero mentalmente y luego en alto, me repetí el discurso como un mantra una y otra vez. Hasta que las neuronas se cansaron de mí.

Es importante, muy importante, leerse el discurso en voz alta. Aunque parezca mentira, uno mismo, al oírse, se distrae y se puede llegar a perder el hilo de los pensamientos. Por eso es importante repetir una y otra vez todas las facetas de lo que vas a exponer.

Sólo así, cuando llegue el momento, estarás preparado. Ahí dará igual que haya tres personas en la sala o miles, tú sabes lo que vas a decir y, lo mejor de todo, sabes que lo dirás bien porque lo has entrenado a conciencia. Si una frase te lleva a la otra la confianza estará ahí y no dudarás. No te temblará el pulso y la voz te saldrá natural. Ahí reside el secreto. Así que, ánimo, a preparar tu discurso y luego dejarse llevar. Saldrá bien, seguro.

 



Categorías:Opinión

Etiquetas:

A %d blogueros les gusta esto: