Es curioso el mundo en el que nos ha tocado vivir. Mientras que en la vida real nos afanamos en conservar la estabilidad (bien sea de nuestra pareja, nuestra casa, el coche o lo que se os ocurra), en el virtual nos pasa justo al contrario. Tendemos a la promiscuidad lasciva de contenidos, picoteando aquí y allá, en constante búsqueda de lo nuevo.
Es como si el mundo virtual fuera una gigantesca presa que se ha dejado abierta, en la que la información sale descontrolada por la esclusa para no volver. Nosotros, en el símil, estaríamos situados justo en la barandilla de arriba, viendo caer el torrente de agua, pasando a toda velocidad.
O dicho de otro modo, todo lo que se publica en Internet tiene una fecha de caducidad vertiginosa. Tan solo hay que pensar en Twitter. Se han descubierto partículas subatómicas con una vida media más prometedora que un tuit.
Las páginas de opinión tampoco se libran de esta singularidad. Este mismo post, por poner un ejemplo. El simple hecho de ser el último, inexorablemente, hará que despierte mayor interés que uno de agosto. Independientemente de si es bueno o malo. Aunque el de agosto fuera el más cuidado, el mejor redactado, el más documentado… Lo antiguo carece de interés.
El cerebro
Nuestro cerebro surgió con un único propósito: el de mantenernos con vida. Para ello, necesita procesar información constantemente. Cuanta más nueva sea y más voluminosa, mucho mejor. Poseer una mente cotilla es signo de adaptabilidad; pues, a priori, el que conoce el entorno, puede tomar mejores decisiones.
De nada le sirve al Hombre de Neardental de turno saber que el tigre dientes de sable cazaba en la estepa sudeste la semana pasada. Lo que quiere saber es dónde caza ahora, en este momento, para no cruzarse con él y convertirse en su cena. Esa necesidad, a pesar de lo que se pueda imaginar, persiste hoy día. Está encapsulada en nuestro cerebro primigenio, aquel que sigue mandando en la sombra, y se traslada al mundo banal e insustancial de Internet. El tigre dientes de sable está aquí, en este post. Es la caza de hoy. Mañana… Mañana a saber dónde le lleva su instinto devorador.
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